Las elecciones primarias del día domingo 2 de julio evidenciaron que el antipartidismo y la antipolítica son fenómenos que afectan a casi la totalidad del espectro ideológico, con excepción quizás de la derecha. En efecto, fue este sector el que pudo movilizar mayor cantidad de votantes, superando el número de participantes de las primarias que ese sector efectuó el 2013, cuando se enfrentaron Allamand y Longueira.
Además, los habitantes de las comunas de más altos ingresos, como Providencia, Las Condes y Lo Barnechea, han demostrado mantener sus grados de identificación y fidelidad programática con quien representa de manera más genuina el ideario de la “nueva derecha”: Sebastián Piñera.
Por el contrario, las elecciones evidenciaron la debilidad e imposibilidad que ha existido, dese 1989, en aquellas agrupaciones que han insistido en presentar una opción de izquierda alternativa a la Nueva Mayoría, como otrora lo hicieran diferentes pactos extra Concertación, en las lecciones que se sucedieron desde 1989 (PAIS), 1993 (MIDA), 2005 (Juntos Podemos), entre las más recordadas. Mientras la derecha demostró capacidad para movilizar al voto duro, el desempeño del Frente Amplio estuvo marcado por la escasa capacidad de convocatoria en todo el país. Los votantes de la derecha, que se inclinaron por Piñera, Ossandón o Kast, superaron cuatro veces a los del Frente Amplio.
Además, quedó demostrado que el Frente Amplio es un fenómeno que se concentra en algunas comunas de la región Metropolitana. Sólo en Ñuñoa y en La Reina, el porcentaje de participación de quienes se inclinaron por los dos candidatos del Frente Amplio logró sobrepasar, de manera bastante tenue, el 5% de la totalidad de inscritos.
A diferencia de las primarias de 1999, entre Lagos y Zaldívar, dentro de la Concertación, cuya cantidad de votantes sobrepasó la que aportaron Chile Vamos y el Frente Amplio, las recientes se hicieron bajo inscripción automática e incorporando la participación de los chilenos en el exterior. Por otra parte, la cantidad de votantes de Chile Vamos y del Frente Amplio fue un poco más de la mitad de la votación obtenida por Michelle Bachelet en la primaria del 2013, que concitó la participación de casi tres millones y medio de personas.
La cantidad de votantes del día 2 de julio superó levemente el millón quinientas mil personas, lo que demuestra el mérito que tuvo la derecha para atraer a los votantes de su sector, para decidir por alguna de las tres opciones en competencia.
De los resultados obtenidos por los candidatos y el nivel de participación alcanzado en las elecciones primarias, se pueden desprender varias conclusiones.
En primer lugar, que las elecciones primarias no siempre son el mejor mecanismo para la selección de candidatos, ni para resolver tensiones y conflictos al interior de un partido o coalición. Las primarias pueden desgastar y al mismo tiempo debilitar a la opción que resulta ganadora, en especial cuando hay candidatos y adherentes que sienten heridos después de finalizada la contienda.
Basta recordar lo ocurrido en el Frente Amplio de Uruguay en 1999 cuando se enfrentaron, en elecciones primarias, Tabaré Vasquez y Danilo Astori. Los adherentes de este último se restaron de participar en el resto de la campaña debilitando con ello la opción de Vásquez frente a la fortalecida candidatura de Jorge Batlle.
Lo mismo se podría decir de la primera vuelta de 1999 en Chile, cuando buena parte del PDC se restó de participar tras la derrota de su candidato Andrés Zaldivar.
La candidatura de Ricardo Lagos corrió el riego de haber sido superada, en primera vuelta, por la -en ese entonces- desafiante figura de Joaquín Lavín. Las campañas del Chile Vamos y del Frente Amplio estuvieron marcadas por la denostación y descalificación recíproca entre candidatos del mismo sector.
En segundo lugar, los resultados muestran que la adhesión electoral de Piñera tiene un umbral. De hecho, la votación de Piñera no fue apabullante, sino que se vio mermada, sobre todo, por la capacidad de competencia mostrada por Ossandón en varias de las comunas de la Región Metropolitana.
Además, que dentro de la misma derecha existe una suerte de sentimiento anti-Piñera, representado en la candidatura de Ossandón, que puede ser capitalizado por la candidatura de Carolina Goic, o bien de Alejandro Guillier.
En tercer lugar, se ha incurrido en el error de dar por muerta a la Nueva Mayoría, o bien de subestimar su votación y capacidad de movilización. La Nueva Mayoría conserva estructuras, por más degastadas que éstas se puedan encontrar. Pero al mismo tiempo controla cargos en el Estado, en los gobiernos regionales y municipales, lo que significa contar con una red que puede resultar muy efectiva al momento de movilizar a su electorado tradicional.
Posee además una suerte de periferia electoral que, si bien se ha mantenido renuente y distante a la hora de evaluar la gestión del gobierno, perfectamente puede ser atraída para enfrentar a una derecha que se muestre amenazante, o dispuesta a eliminar los beneficios sociales establecidos como consecuencia de las reformas y políticas impulsadas desde el 2014 en adelante.
En cuarto lugar, el Frente Amplio ha dado muestras de no ser una opción viable, ni mucho menos una fuerza desafiante a la derecha. Ha intentado crecer a costa de la Nueva Mayoría y aún está dispuesta a mermar su base electoral, si persiste en la idea de imitar la experiencia del Podemos español. Ha demostrado no ser capaz de canalizar el descontento, ni atraer a nuevos electores.
No ha sido capaz de sintonizar con los sectores populares o con la clase media empobrecida. Por el contario, ha dado muestras de un enorme elitismo en sus dirigentes y en sus propuestas, o de un discurso de clase media que se circunscribe a entornos muy acotados de Ñuñoa y Providencia.
Sus dirigentes caen en el error de pensar que el movimiento estudiantil y lo ocurrido el 2011 es de su patrimonio, cuando se trató de un fenómeno mucho más transversal. Mayol, con una sólida formación, pagó los costos de no poseer experiencia política. Su discurso en ocasiones parecía dirigido a profesionales altamente calificados, y también a un público marcadamente sobreideologizado.
Sánchez, por su parte, en palabras de Mayol y de otros altos dirigentes del Frente Amplio, ha mostrado inoperancia, falta de preparación y nula experiencia política. Es, en buenas cuentas, un fenómeno mediático, que puede llegar a tener acogida entre seguidores de Twiter y de las redes sociales, pero que no sirve para representar un “proyecto en construcción”.
Todo esto unido a una agrupación que entremezcla grupos anarquistas, autonomistas, exsocialistas, humanistas, ecologistas, miembros de Revolución Democrática, impide en las actuales circunstancias cualquier tipo de convergencia hacia una propuesta programática atractiva y al mismo tiempo viable. No es cierto que el Frente Amplio sea una “fuerza recién en construcción”, como tratan de justificar algunos de sus miembros.
Existen en su interior agrupaciones, como el Partido Humanista y la Izquierda Cristiana, que tienen una trayectoria anterior a 1990; otras como el autonomismo, que se remonta a los años 90’ y a la segunda mitad de la década siguiente; Revolución Democrática posee alrededor de seis años de funcionamiento; los grupos anarquistas otros tantos.
Sin considerar la trayectoria de los miembros del equipo que definió Beatriz Sánchez, habría que agregar la presencia de figuras como Tomás Hirsch, Yerko Ljubetic, Gonzalo Martner, entre otros, que junto con haber ostentado cargos en gobiernos de la Concertación son y han sido parte de la actual crisis de representación.
Por último, los resultados de las primarias demuestran que sus actuales diputados, Gabriel Boric y Giorgio Jackson, no tienen sus cupos asegurados, pues los sistemas proporcionales no son garantía de reelección y de fácil obtención de cargos de representación. Peor aún si se recuerda que la elección de Jackson en Santiago centro fue consecuencia de los votos que aportó la Nueva Mayoría en dicho distrito.
*Octavio Avendaño es académico del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.