Andrea Gartenlaub y Rodolfo Arenas, Integrantes del Observatorio de Nueva Ciudadanía Universidad de Las Américas.
Han pasado cinco años desde la jornada del 18 de octubre de 2019, en que la molestia ciudadana estalló en las calles chilenas. Horas de movilizaciones y protestas, desmanes e incendios, semanas que cambiaron la percepción sobre el país que en ese entonces era visto como el más desarrollado de América Latina.
Cinco años desde manifestaciones llenas de pancartas de “discursos” para exigir “cambios” a un sistema que “era injusto” con los jóvenes, los viejos, los trabajadores, las mujeres. Injusto con todos. A un lustro de distancia, la encuesta Cadem indica que solo un escaso 5% cree que la violencia en las calles es legítima para conseguir cambios políticos y sociales, aunque un 58% opina que “el estallido social sigue siendo mayoritariamente la expresión de un descontento social generalizado” y un 80% agrega que las causas que lo originaron “no se han modificado y han empeorado”.
En este lapso se han instalado relecturas sobre el 18-O, pero se olvida que la revuelta es parte de un coro global de protestas, disturbios, huelgas y protestas a nivel mundial que se iniciaron en el 2010 con la Primavera Árabe. Diversos estudios concluyen que las protestas explotaron en los países donde más aumentó la desigualdad y donde había un reclamo transversal sobre que los gobiernos sirven a unos pocos. Entonces el enojo ciudadano, ¿es sólo cuestión de dinero? No. La sentencia del Conflict Index de 2023 es aclaratoria: “La pobreza no es precursora de conflictos, pero tampoco la riqueza es garantía de paz”.
¿Qué sucede en un mundo tan enojado? Quizás la respuesta resida en los estudios de los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, recientes ganadores del Premio Nobel de Economía por trabajos que exploran las diferencias de la prosperidad de las naciones. Ellos indican que el factor crucial en el crecimiento no es sólo la economía, sino la calidad y estabilidad de las instituciones, es decir, normas claras y compromiso para seguirlas en lo político, social y económico. Dicho de forma directa: que las reglas de juego sean iguales para todos, donde todos se sientan parte de un conjunto.
A cinco años del estallido, los autores de esta columna han escrito el libro colaborativo “Discurso político en Chile: Miradas de un país en cambio” (RIL editores ), en el que se ha querido dar lugar a esos discursos que son parte de nuestra sociedad: no hay soluciones mágicas, pero se da expresión a las personas, partidos políticos, a los territorios, pueblos originarios, hasta las redes sociales. Un ejemplo pequeño, pero patente, de ese gran número de personas que no desean más voces estridentes ni personalistas, que esperan reconstituir un coro y encontrar la partitura que les permita entonar juntos una melodía con sentido.
Andrea Gartenlaub y Rodolfo Arenas, Integrantes del Observatorio de Nueva Ciudadanía Universidad de Las Américas.