Se conmemoran los 90 años de Enrique Lafourcade Valdenegro. Un autor recordado como prolífico novelista, antologador, animador de toda una generación, crítico mordaz, panelista jurado de un show de televisión ochentero y cronista mercurial. Un personaje de múltiples dimensiones, contemporáneo de otros históricos como Guillermo Blanco, José Donoso y Jorge Edwards, combustible de la vida literaria nacional al punto que algunos le endilgan la “invención” de la Generación del 50.
El éxito de su novela más famosa –“Palomita blanca”– ha puesto sordina a otras obras fundamentales de Lafourcade por las que ganó dos veces el Premio Municipal de Literatura de Santiago. Sin embargo, uno de los méritos de su love story chilena es que la descripción de las vicisitudes de los jóvenes del país a comienzos de la década del 70 que experimentaban con drogas, sexo, política y música, fue escrita en apenas 18 días para probarle a su hijo que él lo comprendía como adolescente. Hasta hoy, esta lección de empatía publicada en 1971, suma 65 ediciones y más de un millón doscientos mil ejemplares.
El reconocimiento municipal que obtuvo por “La fiesta del Rey Acab” (1959), relato de las últimas horas de vida del dictador Rafael Leónidas Trujillo que gobernó la isla de Santo Domingo con mano de hierro durante 30 años, lo sitúa como uno de los fundadores de la “novela del dictador”, un subgénero narrativo característico de la literatura latinoamericana que bebe de una constante histórica en nuestro continente y que también ha influenciado títulos como “El señor Presidente” de Miguel Ángel Asturias, “El recurso del método” de Alejo Carpentier, “Yo el Supremo” de Augusto Roa Bastos, “El otoño del patriarca” y “El general en su laberinto” de Gabriel García Márquez, y “La novela de Perón”de Tomás Eloy Martínez.
En 1966 con “Novela de Navidad”, Lafourcade, volvió a ganar el Premio Municipal de Literatura, en el género novela. En uno de los prólogos de sus muchas ediciones, el autor sostiene: “Era otro Chile. Los protagonistas de esta obra, imaginarios o reales, hoy ya deben ser hombres, padres de familia. Quiero creer que sus hijos o sus nietos alcanzaron un destino más grande. Porque el libro habla del mundo de la infancia abandonada, y de sus luchas por sobrevivir en la Cosmópolis, cantando en las “micros” y autobuses, mendigando en las calles, durmiendo de día, a salto de mata, bajo los puentes del río Mapocho, merodeando pícaros y desesperados por bares, tabernas, restaurantes”. La novela transcurre en un escenario sórdido, los puentes del río Mapocho, el río mismo, con un grupo de niños abandonados que intenta sobrevivir en la gran capital y hacer realidad el sueño de partir en un barco hasta las cálidas playas del norte chileno.
Aunque ya no escribe, Enrique Lafourcade, vive su senectud en la costa de la región de Coquimbo, lejos del celo literario, víctima de la enfermedad de Alzheimer y a la sombra del personaje mediático que construyó durante casi un siglo. En espera, como muchos, que la lectura de su obra y la crítica sean más relevantes que el hombre del ceño fruncido.
*Luciano Ojeda es Sociólogo de la U. de Chile y actual coordinador de la entrega del Premio Municipal de Literatura de la I. Municipalidad de Santiago, como estudiante del programa de titulación especial en la U. Academia Humanismo Cristiano.